martes, 11 de marzo de 2008

Silencios de Amarguras


Calló un Dios, un mundo seco,
Una rosa de Amargura,
Un suspiro retenido
Y una luz entre penumbras,
Volvió a ser de anochecida
Con revuelos de hermosura,
Una madre caminante
Y amarga y cruel locura.

Calló un Dios, blanco silencio,
Un refugio de ternura,
Un alboroto de cera
Y una palabra de Luna,
Un corazón traspasado
Por una espada de furia
Y el eco desconocido
De su bella compostura.

Calló un Dios, sigue callado
Ante Herodes que perjura,
Un triunfo tan humilde
Y una tierra que se nubla.
Y Tú, madre del que ama
Bajo palio en tu aventura,
El carmesí de tus labios
es corona de ventura,
y tu rostro de perfecta
y esos tus ojos de lluvia
y tus mejillas morenas
y tus palabras oscuras
y tu consuelo perdido
y tu tan regia figura
y tu nombre doloroso
y tu cansada cintura.

Y callará porque nadie
Supo tener la cordura
de que su voz se elevara
persiguiéndote en la altura
y fuera amor su silencio
pero amor del que perdura.
Y a ti, espejo de justicia,
Que eres luz de nuestra cura,
La cera se derritiera
En palabras sin mesura
Para aliviar tu cansancio
Y tu perpetua andadura,
NO DEJARTE LLORAR, MADRE,
TAN HERIDA EN TU AMARGURA.

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